LA SOMBRA DEL AGUA

El sitio de encuentro de los amantes que no tienen donde hablarse.
El sitio de encuentro de los desamantes que no tiene con quien hablarse.

miércoles, 4 de julio de 2007

Tercer Acto



Entran en escena dos nuevos personajes, La Maza y el Cepo que se unen a los ya existentes, La mano que aprieta, el corazón culpable, la mente indomable y el pañuelo del extraño.

Recordemos que la mano que aprieta mantenía al corazón culpable en un impas desasosegante mientras hacia creer al corazón culpable que estaba tomando la decisión de abandonar el cuerpo o no hacerlo. Para ello, abrió sus dedos y se dejó mostrar suave y con su palma mirando al cielo en gesto de abandono.

El corazón culpable se sentía desconcertado pero se mantenía fuerte, imperterrito, aunque tan solo fuera una fachada para no dejar translucir sus miedos ante la mano que aprieta.

Gracias al pañuelo del extraño, sus horas, su nerviosismo, su infelicidad... desaparecian durante horas y gracias a ese pañuelo, vivia feliz ignorando el dolor que la mano que aprieta le provocaba.

Aunque el corazón culpable, cuando estaba seguro de que el pañuelo del extraño era suyo, todo lo veía de colores azul, verde y rojo. El pañuelo, que podia volar empujado por el viento y tomar altura, podia ver todo con otra perspectiva y no coincidia con el corazón culpable en cuanto al futuro.

Ante la aparición de La Maza, aliada de la mano que aprieta, y El Cepo, que junto a la mente indomable apresarían al corazón culpable y sin quererlo, le devolverían los miedos, las angustias y el acomodo consentido. El pañuelo vió como aquel futuro que se presentaba ante sus ojos, no era para nada lo que el esperaba ni lo que el corazón culpable le contaba. El volaba y lo veia desde arriba.
El veía ahora a la mano que aprieta con la maza erguida dispuesta a golpear sin piedad y sintiendose mas grande aún por poseer un arma con la que atacar. Mientra que el corazón culpable se veía atada por el cepo y la mente indomable y justo en el centro de la diana contra la que irian a parar todos los golpes en ese cuerpo.

Así que el pañuelo decidio tomar altura y dejarse caer solo de vez en cuando sin esperar ser el pañuelo de seda que envolviera al corazón culpable y lo volviera el corazón dichoso que siempre mereció ser.


Fin del Tercer Acto

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