Hacer el amor a un Angel
Sé que no eras un ángel
ni una puta.
Me cogías como un ángel
hasta hacerme estornudar
por el roce de las plumas
de tus alas y claro
caían lágrimas de mis ojos.
Llorabas entonces
como una puta enamorada
de un ocasional cliente caliente
y nuestros gemidos no sexuales
se elevaban a los cielos.
Allí quedó nuestro amor, colgado
después de alguna noche
de sexo en la que perdiste las alas
al golpear contra una nube
y caíste hacia algún lugar del planeta.
No te volví a ver
pero sigo buscándote
y reavivando tu recuerdo
en iglesias y burdeles.
J. D. Perrota
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